Las pinturas de Lascaux
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La cueva de Lascaux es una de las representaciones más importantes de la cultura auriñaciense. Es cierto que su contenido no está tan desarrollado como ya cuevas de Altamira, que representan el punto más importante de la pintura magdaleniense. Pero su importancia radica en el excepcional estado de las pinturas de la última época auriñaciense. En la cueva se han encontrado representaciones aún más antiguas y otras más modernas, que se podrían catalogar como pre-magdalinenses. Parece que estas cavernas eran utilizadas como santuarios por distintas generaciones.
En la cueva de Lascaux vemos que los artistas aprovecharon el relieve de las paredes para dar volumen a sus representaciones. Utilizaban los salientes de las rocas para dar de volumen a los animales, aprovechaban la forma de la roca para moldear sus creaciones y dotar de vida las figuras que pintaban.
Nos hemos centrado en la cueva de Lascaux y no en Altamira porque hay dibujos que parecen representar elementos de la bóveda celeste. Por ejemplo, llama la atención un dibujo de un grupo de estrellas que se encuentran sobre la cabeza de un toro. ¿Podría tratarse de la representación de la constelación que hoy conocemos como Tauro y el conjunto de estrellas ser una pequeña representación de las Hyades? Las coincidencias son asombrosas.
Ten en cuenta que estamos hablando de unas pinturas que tienen entre 14.000 y 15.000 años de antigüedad. Entonces, el polo Norte se encontraba muy cerca de la estrella Deneb. El equinoccio de primavera tenía lugar en la constelación de Escorpio y el otoño en la de Tauro.
El toro de Lascaux tiene un grupo de estrellas sobre él. Como decíamos antes, es posible que se trate de las Hyades, un cúmulo abierto de estrellas que los antiguos podrían ver como una nube repleta de puntos luminosos. Pero también llama la atención el grupo de estrellas que se encuentra sobre el lomo del animal. Se piensa que podrían ser las Pléyades porque esta constelación marcaba el equinoccio de otoño que tenía lugar en la constelación de Tauro.
Cuando estaba recopilando información para escribir este artículo me chocó mucho que estos primeros habitantes de las cuevas de Lascaux, hace ya 15.000 años, imaginasen el firmamento de una forma similar a como lo vemos hoy nosotros. Lo que yo no sabía es que, en la antigüedad, el firmamento estaba poblado de toros. De bueyes, para ser más exactos. Los bueyes eran animales de labranza a los que se les conocía como Triones. En el firmamento del hemisferio norte había siete bueyes (o toros) alrededor de la Osa Mayor, a los que se les conocía por como Septentriones (siete Triones). Este nombre ha hecho que al hemisferio norte se le conozca como hemisferio Septentrional. Así que no debe sorprendernos que los hombres primitivos que habitaron Lascaux también viesen toros en el cielo.
Lascaux no es la única cueva en la que se han encontrado registros astronómicos pintados en sus paredes. Los sacerdotes utilizaban estas representaciones para cifrar los ciclos astronómicos sagrados, de tal forma que sólo ellos pudiesen descifrar su significado. Estamos hablando de una cultura que desconocía las leyes que rigen nuestro mundo. Para ellos, todo lo que ocurría era capricho de los dioses. Les llamaba poderosamente la atención todo aquello que se repitiese con cierta regularidad. Gracias a la observación, identificaron el movimiento de la bóveda celeste y determinaron sus ciclos astronómicos. Elaboraron calendarios basándose en los ciclos lunares y en los solares. Su sustento (agricultura y caza) se basaba en ellos.
El movimiento de los cuerpos celestes ha despertado, desde siempre, la curiosidad del Hombre. Ya fuese por el aire supersticioso que le ha dado el Hombre a las estrellas, o por su influencia física en la Tierra (como la influencia del Sol y de la Luna), la Astronomía ha jugado un papel esencial en la Evolución del Ser Humano.